quinta-feira, 14 de abril de 2016

VENERÁVEL PAPA PIO XII...Ora, o homem se volta ordinariamente para Deus quando lhe reconhece a suprema majestade e o supremo magistério...quando presta, mediante a virtude da religião, o devido culto ao único e verdadeiro Deus.

Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos.


Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos.



El Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos está conformado por sacerdotes, religiosas y religiosos y seglares que promueven la concientización y reconocimiento de nuestra dignidad de hijos e hijas de DIOS por medio de la consagración a El, a través de nuestra total consagración al Sagrado Corazón de Jesús y al Doloroso e Inmaculado Corazón de María, mediante la conversión personal, la oración del corazón y de las buenas obras, teniendo los mandamientos de la Ley de DIOS como el centro de nuestra vida.
El apostolado esta dirigido a toda la humanidad, es ecuménico y universal en su esencia como lo es la Madre Iglesia Católica, a todos los católicos del mundo, y a toda persona que desea participar en la transformación de la sociedad en la construcción de la paz y el amor, signos del Reino de DIOS.
Este apostolado y las revelaciones que el escogido por Jesús y María, Manuel de Jesús, recibe son llamados de amor y conversión al mundo, y un llamado para unir.

Nuestra Santa Madre pide la unidad de todos sus hijos, conformando el Ejercito Mariano que lucha y triunfa.
Los mensajes de Jesús y María, nos revelan la urgencia de la unidad, la paz, conversión, santidad y sobre todo de cómo llegar a ser hijos verdaderos de María, siendo así los apóstoles de los últimos tiempos y del Corazón Doloroso e Inmaculado de María. 

Apóstoles que propagan, anuncian y enseñan el mensaje de la buena nueva, de Jesucristo.

El apóstol de Jesús y María es quien se deja consumir por el celo de la salvación de sus hermanos y lucha por amor a Dios y al prójimo.
El Apostolado de los Sagrados Corazones Unidos ha sido instaurado por Nuestra Santísima Madre, queriendo suscitar en sus hijos, la Iglesia, un verdadero espíritu, cristiano, apostólico y evangelizador que predique a tiempo y destiempo como nos exhorta el Apóstol Pablo (2 TIM. 4, 2), teniendo como fuente de vida y acción a su Hijo Jesucristo realmente presente en la Sagrada Eucaristía.
El único objetivo de toda alma consagrada a este apostolado ha de ser “extender el reinado del Sagrado Corazón de Jesucristo Rey del Universo, a través del triunfo del Doloroso e Inmaculado Corazón de María”, buscando así la salvación de toda la humanidad, a través de la consagración a los Corazones Unidos de Jesús, José y María, iniciando desde la familia para proteger también las futuras vocaciones que el Señor suscite dentro de las mismas familias.

En estos mensajes que Manuel de Jesús recibe de Jesús y María, se nos invita a seguirle en un camino de santidad y entrega y nos llama a la obediencia a la Iglesia y formar así una gran hoguera junto a nuestros pastores, con el fuego del Divino Espíritu Santo como los apóstoles y la Santísima Madre en pentecostés. 


También la Santísima Madre insiste mucho en la paz porque la paz no es falta de violencia, sino que es estar lleno de amor para DIOS y el prójimo y reconocer a Jesús en cada hermano.

La Santísima Madre quiere suscitar a hijos valientes y decididos, Ella es la Madre que evangeliza siempre y quiere que nosotros seamos discípulos de Su Corazón, alumnos de la escuela de María como lo repetía constantemente el Santo Padre Juan pablo II, ser todo de María, vivir con María, en María, por María y para María, sabiendo que de su mano, de la sencilla mujer de Nazaret, Madre y Virgen, Esposa y Esclava, llegaremos seguramente a Jesús, como Ella lo dijo en uno de sus mensajes: no busquen experiencias, sentimientos y manifestaciones esplendidas, busquen a la mujer sencilla que vivía en Nazaret, sirviendo y amando , Ella sí que les llevara al Corazón Divino de su Hijo Jesús, por eso consagrándonos a María como sus hijos y apóstoles seremos realmente sus siervos que amamos y obedecemos, seamos como Ella sencillos ,puros y limpios que nuestra única preocupación sea dar a conocer a Cristo su Hijo evangelizando, por eso llamamos al mundo a la consagración al Corazón Doloroso e Inmaculado de María para formar así su gran Ejercito Mariano.

La Santa Madre llama a sus hijos comprometidos con la Iglesia, o no, a esta gran lucha y formar parte de su gran ejercito victorioso de su Corazón Doloroso e Inmaculado.

Luchemos juntos todos los hijos de la Santa Iglesia para que las intenciones del Sagrado Corazón de Jesús y del Inmaculado Corazón de María sean realizadas en el mundo y en la Iglesia.
Nuestra Señora viene una última vez haciendo un llamado de amor para la conversión y la unidad de sus hijos y de sus escogidos, para formar un nuevo cenáculo que clame y reciba el advenimiento de un segundo pentecostés para toda la Iglesia y toda la humanidad.
Así sea.
TODOS PUEDEN FORMAR LOS CENÁCULOS DE ORACIÓN DE LA OBRA DE LOS SAGRADOS CORAZONES UNIDOS DE JESÚS, JOSÉ Y MARÍA, INICIANDO DESDE SUS PROPIAS FAMILIAS Y COMUNIDADES PREPARÁNDONOS PARA EL GRAN TRIUNFO DEL CORAZÓN DOLOROSO INMACULADO DE MARÍA, Y EL ADVENIMIENTO DEL REINADO DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESUCRISTO REY DEL UNIVERSO.

La universalidad del apostolado
La Santísima Madre ha dicho que no importa el carisma espiritual del cual pertenece el alma que desea consagrarse al apostolado, ya que Jesús y María quieren la unidad de la iglesia, y todos podemos ser parte de este apostolado siendo sal y luz del mundo con estos mensajes desde nuestra realidad espiritual, luchemos juntos como Iglesia para que Jesús y María triunfen

quarta-feira, 13 de abril de 2016

Hijos Míos, clamo con Mi Voz Maternal al mundo entero. Las Últimas Trompetas del Cielo están sonando para llamar a todos los hombres al arrepentimiento y a la conversión. La Última Trompeta se oye en Mis Llamados de Amor y Conversión; estos mensajes que son para recoger a Mi Resto Fiel, para preparar a Mi Ejército Mariano.


Hijos Míos, clamo con Mi Voz Maternal al mundo entero. Las Últimas Trompetas del Cielo están sonando para llamar a todos los hombres al arrepentimiento y a la conversión. La Última Trompeta se oye en Mis Llamados de Amor y Conversión; estos mensajes que son para recoger a Mi Resto Fiel, para preparar a Mi Ejército Mariano.

Hijos Míos, el mundo está viviendo tiempos críticos. Y muchos de Mis hijos no se dan cuenta de la urgencia de este tiempo. Es el tiempo de la decisión. Es el tiempo de la confirmación. Es el tiempo para decir ‘si’ o para decir ‘no’. Mi Hijo Jesucristo me envía a recoger a Su Resto Fiel antes de Su Regreso.

Hijos Míos, refúgiense en Mi Corazón Inmaculado. Porque el tiempo ya no es tiempo. El instante se acaba. Y Satanás como león rugiente está perdiendo muchas almas de la Gracia.  Hijos Míos, la lucha contra el Dragón Rojo ya ha comenzado. Pónganse la armadura del cristiano: El Santo Rosario en sus manos, la Eucaristía en su corazón; vivan de la Palabra y de la Oración. Con esto y con la ayuda de Mi Corazón Inmaculado preparen sus pequeños corazones, preparen a sus familias, para decidirse por Cristo Jesús.

Mi Corazón Inmaculado se alegra al ver cuántas almas responden a Mi Llamado Maternal. Hoy llamo al Ejército de los Apóstoles de los Últimos Tiempos a que sean valientes y firmes, que proclamen con celo que Jesucristo es el único Dios y Señor. La Corredentora de Sus Almas intercede por el mundo.


Gracias, hijos Míos, por responder a Mi Llamada. Y preparen también sus hogares como los Refugios Marianos. Hijos Míos, vivan Mis Mensajes y obedezcan a lo que les pido, para que la Oscuridad no les sorprenda y no sean atacados por los Lobos, que Satanás soltará para atacar a Mis pequeños. Les amo y les bendigo con la Alegría de la Pascua. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. Amén.


Tante affermazioni che contrastano tra loro... Mons. Antonio Livi



Un documento come l’Esortazione apostolica post-sinodale Amoris laetitia, per la sua lunghezza e per il particolare momento della storia della Chiesa nel quale è stato redatto e promulgato, richiede un commento quanto mai responsabile e prudente, che io qui faccio avvalendomi della mia competenza specifica nel campo dell’ermeneutica teologica e della mia lunga esperienza di direzione spirituale di sacerdoti, religiosi e laici. 

1. Debbo premettere, per render meglio comprensibile quanto sto per dire, che gli atti del Romano Pontefice hanno un valore e una portata diversi, a seconda della materia della quale trattano e della forma prescelta per rivolgersi al popolo cristiano. Gli atti del Romano Pontefice (registrati come tali negli Acta Apostolicae Sedis) possono essere:
1) veri propri insegnamenti circa la fede e la morale della Chiesa cattolica, nel qual caso il Papa si limita a interpretare autorevolmente i dogmi già formulati dal Magistero precedente (magistero universale ordinario), a meno che, parlando ex cathedra, non enuncia novi dogmi (caso che nella storia si è verificato pochissime volte); 
2) nuove norme disciplinari riguardanti i Sacramenti, la liturgia, gli incarichi ecclesiastici, eccetera (norme che entrano a far parte del corpus del diritto canonico, attualmente compendiate nel Codice di Diritto Canonico per la Chiesa latina e in quello per la Chiesa Orientale); 
3) orientamenti e criteri per la prassi pastorale che non cambiano sostanzialmente ciò che è già stabilito nei principi della dottrina dogmatica e morale, così come non aggiungono o non tolgono nulla a ciò che è prescritto nelle vigenti leggi della Chiesa. 

In base a questa fondamentale distinzione, diversi sono i doveri di coscienza di un cattolico, nel senso che:
1) gli insegnamenti del Papa, quando egli intende confermare o sviluppare e verità della fede cattolica, vanno accolti da tutti in fedeli con ossequio esteriore ed interiore della mente e del cuore; analogamente,
2) gli ordini e disposizioni disciplinari del Papa vanno rispettati ed eseguiti prontamente da tutti coloro ai quali gli ordini sono rivolti, per quanto a ciascuno compete direttamente; al contrario, 
3) quelli che sono meri orientamenti per la pastorale vanno accolti da tutti gli interessati, a cominciare dai vescovi, come criteri da tener presenti nell’esercizio del loro ufficio pastorale di governo e di catechesi; in quanto criteri, essi entrano a far parte di tutta una serie di principi di ordine dogmatico, morale e disciplinare che già sono ordinariamente presenti alla coscienza dei Pastori al momento di prendere responsabilmente una decisione su situazioni generali della loro diocesi o su qualche caso concreto.

Ora, l’Esortazione apostolica post-sinodale, sia per il tipo di documento che per gli argomenti che in esso vengo o affrontati, è indubbiamente un atto pontificio del terzo tipo tra quelli che ho prima elencato. In effetti, come genere di documento pontificio, questa Esortazione non è e non vuole essere un atto di magistero con il quale si insegnano dottrine nuove, fornendo ai fedeli nuove interpretazioni autorevoli del dogma. 

Si tratta invece di una serie di indirizzi pastorali, rivolto principalmente ai vescovi e ai loro collaboratori nel clero e nel laicato, affinché la dottrina sull’amore umano e sul matrimonio – che viene esplicitamente confermata in ogni suo punto – sia meglio applicata ai singoli casi concreti con prudenza, con carità e con desiderio di evitare divisioni all’interno della comunità ecclesiale. Queste sono le intenzioni del Papa, quali risultano dal tipo di documento che sto commentando. 

Naturalmente, come ogni fedele cristiano, io, che poi sono anche sacerdote, ho il dovere di accogliere senza riserve queste indicazioni pastorali, ben disposto a tenerne conto quando si presenti l’occasione di aiutare i fedeli in difficoltà ad accostarsi ben preparati al sacramento della Penitenza o di consigliare convenientemente quelli che dovessero trovarsi nelle condizioni di “divorziati risposati”. Ma ho anche il dovere di interpretare tali indicazioni alla luce del dogma, della morale e del diritto canonico vigente, visto che il documento papale non può e non intende abrogare tutto ciò che la Chiesa ha già stabilito in materia. E quando l’interpretazione si presenta difficile, per la complessità e l’ambiguità di molte pagine del documento papale, ho il dovere di rifarmi alla regola d’oro dell’ermeneutica teologica: «In necessariis, unitas; in dubiis, libertas; in omnibus, caritas».

2. Io sono sempre stato e sempre sarò, con la grazia di Dio, un figlio fedele della Chiesa..LEGGERE...

Cardinal Burke: Pope’s exhortation not magisterial, can’t change Church teaching...Number of Catholic writers expressing concern about Pope’s exhortation rapidly growing

Cardinal Burke's puzzling response to pope's exhortation...makes perfect sense‏

Cardinal Burke's puzzling response to pope's exhortation...makes perfect sense

John-Henry Westen | LifeSiteNews (lsn@lifesitenews.com)
  
  
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domingo, 10 de abril de 2016

VEN.PIO XII : A Igreja, pois, fiel ao mandato recebido do seu Fundador, continua o ofício sacerdotal de Jesus Cristo, sobretudo com a sagrada liturgia. E o faz em primeiro lugar no altar, onde o sacrifício da cruz é perpetuamente representado(5) e renovado, com a só diferença no modo de oferecer;


Mediator Dei (20 de novembro de 1947)

Espanhol  - Inglês  - Italiano  - Latim  - Português ]



CARTA ENCÍCLICAMEDIATOR DEI
DO SUMO PONTÍFICE
PAPA PIO XIIAOS VENERÁVEIS IRMÃOS
PATRIARCAS, PRIMAZES,
ARCEBISPOS E BISPOS
E OUTROS ORDINÁRIOS DO LUGAR
EM PAZ E COMUNHÃO
COM A SÉ APOSTÓLICA
SOBRE A SAGRADA LITURGIA

INTRODUÇÃO
1. "O mediador entre Deus e os homens", (1) o grande pontífice que penetrou os céus, Jesus filho de Deus,(2) assumindo a obra de misericórdia com a qual enriqueceu o gênero humano de benefícios sobrenaturais, visou sem dúvida a restabelecer entre os homens e o Criador aquela ordem que o pecado tinha perturbado e a reconduzir ao Pai celeste, primeiro princípio e último fim, a mísera estirpe de Adão, infeccionada pelo pecado original. E por isso, durante a sua permanência na terra, não só anunciou o início da redenção e declarou inaugurado o reino de Deus, mas ainda cuidou de promover a salvação das almas pelo contínuo exercício da pregação e do sacrifício, até que, na cruz, se ofereceu a Deus qual vítima imaculada para "purificar a nossa consciência das obras mortas, para servir a Deus vivo".(3) Assim, todos os homens, felizmente chamados do caminho que os arrastava à ruína e à perdição, foram ordenados de novo a Deus, a fim de que, com sua pessoal colaboração na obra da própria santificação, fruto do sangue imaculado do Cordeiro, dessem a Deus a glória que lhe é devida.

2. O Divino Redentor quis, ainda, que a vida sacerdotal por ele iniciada em seu corpo mortal com as suas preces e o seu sacrifício, não cessasse no correr dos séculos no seu corpo místico, que é a Igreja; e por isso instituiu um sacerdócio visível para oferecer em toda parte a oblação pura, (4) a fim de que todos os homens, do oriente ao ocidente, libertos do pecado, por dever de consciência servissem espontânea e voluntariamente a Deus.
3. A Igreja, pois, fiel ao mandato recebido do seu Fundador, continua o ofício sacerdotal de Jesus Cristo, sobretudo com a sagrada liturgiaE o faz em primeiro lugar no altar, onde o sacrifício da cruz é perpetuamente representado(5) e renovado, com a só diferença no modo de oferecer; em seguida, com os sacramentos, que são instrumentos particulares por meio dos quais os homens participam da vida sobrenatural; enfim, com o tributo cotidiano de louvores oferecido a Deus ótimo e máximo(6). "Que jubiloso espetáculo – diz o nosso predecessor de feliz memória Pio XI – oferece ao céu e à terra a Igreja que reza, enquanto continuamente dia e noite, se cantam na terra os salmos escritos por inspiração divina: nenhuma hora do dia transcorre sem a consagração de uma liturgia própria; cada etapa da vida tem seu lugar na ação de graças, nos louvores, preces e aspirações desta comum oração do corpo místico de Cristo, que é a Igreja."(7)

4. Certamente conheceis, veneráveis irmãos, que, no fim do século passado e nos princípios do presente, houve singular fervor de estudos litúrgicos; já por louvável iniciativa de alguns particulares, já sobretudo pela zelosa e assídua diligência de vários mosteiros da ínclita ordem beneditina; assim que não somente em muitas regiões da Europa, mas ainda nas terras de além-mar, se desenvolveu a esse respeito uma louvável e útil emulação, cujas benéficas conseqüências foram visíveis, quer no campo das disciplinas sagradas, onde os ritos litúrgicos da Igreja oriental e ocidental foram mais ampla e profundamente estudados e conhecidos, quer na vida espiritual e íntima de muitos cristãos. As augustas cerimônias do sacrifício do altar foram mais conhecidas, compreendidas e estimadas; a participação aos sacramentos maior e mais freqüente; as orações litúrgicas mais suavemente saboreadas e o culto eucarístico tido, como verdadeiramente o é, por centro e fonte da verdadeira piedade cristã. Além disso, pôs-se em mais clara evidência o fato de que todos os fiéis constituem um só e compacto corpo de que é Cristo a cabeça, com o conseqüente dever para o povo cristão de participar, segundo a própria condição, dos ritos litúrgicos.
5. Sem dúvida, sabeis muito bem que estaSé Apostólica sempre zelou   para que o povo a ela confiado fosse educado num verdadeiro e ativo sentido litúrgico e que, com zelo não menor se tem preocupado em que os sagrados ritos brilhem até externamente por uma adequada dignidade. Nessa mesma ordem de idéias, falando, segundo o costume, aos pregadores quaresmais desta nossa excelsa cidade, em 1943, nós os havíamos calorosamente exortado a advertir os seus ouvintes que participassem, com maior empenho, do sacrifício eucarístico; e recentemente fizemos traduzir de novo em latim, do texto original, o livro dos Salmos para que as preces litúrgicas, de que são eles a parte maior na Igreja católica, fossem mais exatamente entendidas e a sua verdade e suavidade mais facilmente percebidas.(8)

6. Todavia, enquanto pelos salutares frutos que dele derivam, o apostolado litúrgico nos é de não pequeno conforto, o nosso dever nos impõe seguir com atenção esta "renovação" na maneira pela qual é concebida por alguns, e cuidar diligentemente para que as iniciativas não se tornem excessivas nem insuficientes.

7. Ora, se de uma parte verificamos com pesar que em algumas regiões o sentido, o conhecimento e o estudo da liturgia são às vezes escassos ou quase nulos; de outra, notamos, com muita apreensão, que há algumas pessoas muito ávidas de novidades e que se afastam do caminho da sã doutrina e da prudência. Na intenção e desejo de um renovamento litúrgico, esses inserem muitas vezes princípios que, em teoria ou na prática, comprometem esta santíssima causa, e freqüentemente até a contaminam de erros que atingem a fé católica e a doutrina ascética.
8. A pureza da fé e da moral deve ser a norma característica desta sagrada disciplina, que deve necessariamente conformar-se ao sapientíssimo ensinamento da Igreja. É, portanto, nosso dever louvar e aprovar tudo o que é bem feito, conter ou reprovar tudo o que se desvia do verdadeiro e justo caminho.

9. Não acreditem, pois, os inertes e os tíbios ter a nossa aprovação porque repreendemos os que erram e contemos os audazes; nem os imprudentes se tenham por louvados quando corrigimos os negligentes e os preguiçosos. Ainda que nesta nossa encíclica tratemos sobretudo da liturgia latina, não é que tenhamos em menor estima as venerandas liturgias da Igreja oriental, cujos ritos, transmitidos por nobres e antigos documentos, nos são igualmente caríssimos; mas visamos antes às condições particulares da Igreja ocidental, que são tais que reclamam a intervenção da nossa autoridade.

10. Ouçam, pois, os cristãos todos, com docilidade, a voz do Pai comum, o qual deseja ardentemente que todos, unidos a ele intimamente, se aproximem do altar de Deus, professando a mesma fé, obedecendo à mesma lei, participando do mesmo sacrifício com uma só inteligência e uma só vontade. O respeito devido a Deus o reclama; as necessidades dos tempos presentes o exigem. Após uma longa e cruel guerra que dividiu os povos com rivalidades e morticínios, os homens de boa vontade se esforçam do melhor modo possível, em reconduzir todos à concórdia. Acreditamos, todavia, que nenhum projeto e nenhuma iniciativa seja, neste caso, tão eficaz quanto um fervoroso espírito religioso e zelo ardente, do qual é necessário estejam animados e guiados todos os cristãos, a fim de que, aceitando de coração aberto as mesmas verdades e obedecendo docilmente aos legítimos pastores, no exercício do culto devido a Deus, constituam uma comunidade fraterna, porquanto, "ainda que muitos, somos um só corpo, participando todos do único pão.(9)

VENERÁVEL PAPA PIO XII...Ora, o homem se volta ordinariamente para Deus quando lhe reconhece a suprema majestade e o supremo magistério...quando presta, mediante a virtude da religião, o devido culto ao único e verdadeiro Deus.

CARTA ENCÍCLICAMEDIATOR DEI
DO SUMO PONTÍFICE
PAPA PIO XIIAOS VENERÁVEIS IRMÃOS
PATRIARCAS, PRIMAZES,
ARCEBISPOS E BISPOS
E OUTROS ORDINÁRIOS DO LUGAR
EM PAZ E COMUNHÃO
COM A SÉ APOSTÓLICA
SOBRE A SAGRADA LITURGIA
 PRIMEIRA PARTE
NATUREZA, ORIGEM, PROGRESSO DA LITURGIA 
I. A liturgia é culto público
11. O dever fundamental do homem é certamente este de orientar a si mesmo e a própria vida para Deus. "A ele, com efeito, devemos principalmente unir-nos como indefectível princípio, ao qual deve ainda constantemente aplicar-se a nossa escolha como ao último fim, que perdemos pecando, mesmo por negligência, e que devemos reconquistar pela fé, crendo nele".(10) Ora, o homem se volta ordinariamente para Deus quando lhe reconhece a suprema majestade e o supremo magistério, quando aceita com submissão as verdades divinamente reveladas, quando lhe observa religiosamente as leis, quando faz convergir para ele toda a sua atividade, quando – para dizer resumidamente – presta, mediante a virtude da religião, o devido culto ao único e verdadeiro Deus.
12. Esse é um dever que obriga antes de tudo os homens individualmente, mas é ainda um dever coletivo de toda a comunidade humana ordenada com recíprocos vínculos sociais, porque também ela depende da suma autoridade de Deus.
13. Note-se ainda que esse é um dever particular dos homens, porquanto Deus os elevou à ordem sobrenatural. Assim, se consideramos Deus como autor da antiga Lei, vemo-lo proclamar preceitos rituais e determinar acuradamente as normas que o povo deve observar ao render-lhe o legítimo culto. Estabeleceu, para isso, vários sacrifícios e designou várias cerimônias com que deviam realizar-se e determinou claramente o que se referia à arca da aliança, ao templo e aos dias festivos; designou a tribo sacerdotal e o sumo sacerdote, indicou e descreveu as vestes para uso dos sagrados ministros e tudo o mais que tinha relação com o culto divino.(11)
14. Esse culto, aliás, não era mais do que a sombra(12) daquele que o sumo sacerdote do Novo Testamento havia de render ao Pai celeste.
15. De fato, apenas "o Verbo se fez carne",(13) manifesta-se ao mundo no seu ofício sacerdotal, fazendo ao Pai Eterno um ato de submissão que durará por todo o tempo de sua vida: "entrando no mundo, diz... eis que venho... para fazer, ó Deus, a tua vontade...",(14) um ato que será consumado de modo admirável no sacrifício cruento da cruz: "Pelo poder desta vontade fomos santificados por meio da oblação do corpo de Jesus Cristo feita uma só vez para sempre".(15) Toda a sua atividade entre os homens não tem outro escopo. Menino, é apresentando no templo ao Senhor; adolescente, ali volta ainda; em seguida ali vai freqüentemente para instruir o povo e para rezar. Antes de iniciar o ministério público jejua durante quarenta dias, e com seu conselho e o seu exemplo exorta todos a rezarem de dia e de noite. Como mestre de verdade, "ilumina todo homem"(16) para que os mortais reconheçam convenientemente o Deus imortal, e não "se afastem para sua perdição, mas guardem a fé para salvar a sua alma".(17) Como Pastor, depois, ele governa o seu rebanho, conduzindo-o às pastagens da vida, e dá uma lei a observar, para que ninguém se afaste dele e da reta via que traçou, mas todos vivam santamente sob o seu influxo e a sua ação. Na última ceia, com rito e aparato solene, celebra a nova páscoa e provê a sua continuação mediante a divina instituição da eucaristia; no dia seguinte, elevado entre o céu e a terra, oferece o sacrifício salutar de sua vida; de seu peito rasgado faz, de certo modo, jorrar os sacramentos que distribuem às almas os tesouros da redenção. Fazendo isso, tem por único fim a glória do Pai e a crescente santificação do homem.
16. Entrando, depois, na sede da beatitude celeste, quer que o culto por ele instituído e prestado durante a sua vida terrena continue ininterrupto. Já que não deixou órfão o gênero humano, mas o assiste sempre com o seu contínuo e valioso patrocínio, fazendo-se nosso advogado no céu junto do Pai,(18) assim o ajuda mediante a sua Igreja, na qual está indefectivelmente presente no correr dos séculos, Igreja que constituiu coluna da verdade(19) e dispensadora de graça, e que, com o sacrifício da cruz, fundou, consagrou e conformou eternamente.(20)
17. A Igreja, portanto, tem em comum com o Verbo encarnado o escopo, o empenho e a função de ensinar a todos a verdade, reger e governar os homens, oferecer a Deus o sacrifício, aceitável e grato, e assim restabelecer entre o Criador e as criaturas aquela união e harmonia que o apóstolo das gentes claramente indica por estas palavras: "Não sois mais hóspedes ou adventícios, mas concidadãos dos santos e membros da família de Deus, educados sobre o fundamento dos apóstolos e dos profetas, com o próprio Jesus Cristo por pedra angular, sobre a qual todo o edifício bem ordenado se levanta para ser um templo santo no Senhor, e sobre ele vós sois também juntamente edificados em morada de Deus, pelo Espírito".(21) Por isso a sociedade fundada pelo divino Redentor não tem outro fim, seja com a sua doutrina e o seu governo, seja com o sacrifício e os sacramentos por ele instituídos, seja enfim com o ministério que lhe contou, com as suas orações e o seu sangue, senão crescer e dilatar-se sempre mais – o que se dá quando Cristo é edificado e dilatado nas almas dos mortais, e quando, vice-versa, as almas dos mortais são educadas e dilatadas em Cristo; de maneira que, neste exílio terreno prospere o templo no qual a divina majestade recebe o culto grato e legítimo. Em toda ação litúrgica, junto com a Igreja está presente o seu divino Fundador: Cristo está presente no augusto sacrifício do altar, quer na pessoa do seu ministro, quer por excelência, sob as espécies eucarísticas; está presente nos sacramentos com a virtude que neles transfunde, para que sejam instrumentos eficazes de santidade; está presente, enfim, nos louvores e súplicas dirigidas a Deus, como vem escrito: "Onde estão duas ou três pessoas reunidas em meu nome aí estou no meio delas".(22) A sagrada liturgia é, portanto, o culto público que o nosso Redentor rende ao Pai como cabeça da Igreja, e é o culto que a sociedade dos fiéis rende à sua cabeça, e, por meio dela, ao Eterno Pai. É, em uma palavra, o culto integral do corpo místico de Jesus Cristo, ou seja, da cabeça e de seus membros.
18. A ação litúrgica inicia-se com a fundação da própria Igreja. Os primeiros cristãos, com efeito, "eram assíduos aos ensinamentos dos apóstolos, e à comum fração do pão e à oração".(23) Em toda a parte onde os pastores possam reunir um núcleo de fiéis, erigem um altar sobre o qual oferecem o sacrifício, e em torno dele vêm dispostos outros ritos adaptados à santificação dos homens e à glorificação de Deus. Entre esse ritos estão, em primeiro lugar, os sacramentos, isto é, as sete principais fontes de salvação; depois, está a celebração do louvor divino, com o qual os féis reunidos obedecem à exortação do Apóstolo: "Instruindo-vos e exortando-vos uns aos outros com toda a sabedoria, cantando a Deus em vosso coração, inspirados pela graça, salmos, hinos e cânticos espirituais";(24) depois, ainda, a leitura da Lei, dos Profetas, do Evangelho e das epístolas apostólicas; e, enfim, a prática com a qual o presidente da assembléia recorda e comenta utilmente os preceitos do divino Mestre, os acontecimentos principais de sua vida, e admoesta todos os presentes com exortações oportunas e exemplos.
19. O culto se organiza e se desenvolve segundo as circunstâncias e as necessidades dos cristãos, se enriquece de novos ritos, cerimônias e fórmulas, sempre com o mesmo intento: "a fim de que sejamos estimulados por aqueles sinais... conheçamos o progresso realizado e nos sintamos solicitados a desenvolvê-lo com maior vigor; o efeito, de fato, é mais digno, se mais ardente é o afeto que o precede".(25) Assim a alma se eleva a Deus mais e melhor; assim o sacerdócio de Jesus Cristo está sempre em ato na sucessão dos tempos, não sendo a liturgia outra coisa que o exercício desse sacerdócio. Como a sua cabeça divina, assim a Igreja assiste continuamente os seus filhos, ajuda-os e exorta-os à santidade, para que, ornados com essa dignidade sobrenatural, possam um dia voltar ao Pai que está nos céus. Ela restaura para a vida celeste os nascidos à vida terrena, dá-lhes a ajuda do Espírito Santo na luta contra o inimigo implacável; chama os cristãos em torno dos altares e, com insistentes convites, exorta-os a celebrar e tomar parte no sacrifício eucarístico, e nutre-os com o pão dos anjos, para que sejam sempre mais firmes; purifica e consola aqueles que o pecado feriu e maculou; consagra com legítimo rito aqueles que, por vocação divina, são chamados ao ministério sacerdotal; revigora com graças e dons divinos o casto conúbio daqueles que são destinados a fundar e constituir a família cristã; depois de ter confortado e restaurado com o viático eucarístico e a sagrada unção as últimas horas da vida terrena, acompanha ao túmulo com suma piedade os despojos dos seus filhos, dispondo-os religiosamente, protegendo-os ao abrigo da cruz, para que possam um dia ressurgir triunfando da morte; abençoa com particular solenidade quantos dedicam a sua vida ao serviço divino na consecução da perfeição religiosa; estende a sua mão caridosa às almas que, nas chamas da purificação, imploram preces e sufrágios, para conduzi-las finalmente à eterna beatitude.
II. A liturgia é culto externo e interno

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